lunes, 12 de abril de 2010

¡Tengo derecho a reaccionar así!

Ante situaciones difíciles, cansancio o momentos de dolor es normal que reaccionemos de manera incorrecta, ya sea enojándonos, gritando, deprimiéndonos, llorando o sencillamente peleoneros con una actitud defensiva ante un ataque, en algunos casos inexistente, de parte de los demás. La reacción varía de persona a persona, pero independientemente de cuál sea esta, la justificamos por las circunstancias que estamos pasando o que hemos pasado durante el día y demandamos que el resto entienda y hasta apruebe nuestra actitud ya que pensamos que es entendible y tenemos derecho a reaccionar así.

En la mayoría de los casos la gente que nos rodea no tiene la culpa de lo que, según nosotros, ocasiona nuestra mala actitud, ¿te has puesto a pensar en que no es justo que ellos paguen por eso? Y en caso que tuvieran algo de culpa ¿te has puesto a pensar en qué es lo que la Biblia dice? ¿Cómo dice Dios que debiéramos reaccionar? ¿Por qué razones no está bien que yo tenga una mala actitud hacia quien, yo creo, se lo merece?

A lo largo de la Biblia vemos a personas pasando por situaciones realmente complicadas, de las cuales podríamos decir que era justificable en ellos una mala actitud; sin embargo, la actitud que se exalta en estos casos, es la de aquellos hombres que por encima de sus emociones o sentimientos decidieron ser obedientes a Dios y creer que El estaba en control de su situación manteniendo una actitud positiva, amable y de descanso en el Señor. Vemos el caso de José al ser vendido y posteriormente encarcelado injustamente; David al ser perseguido por Saúl aún cuando él había sido elegido rey por Dios; Pablo en la cárcel o persecuciones; Job al perderlo todo; etc. Y quizás el caso más excepcional, el de Jesús quien aún cuando lo iban a crucificar se mantuvo amable y humilde.

Todos pasamos por momentos en que no tenemos ganas de reaccionar bien o en que nos sentimos demasiado cargados por algo, o en que algo nos hace perder la buena actitud; pero ¿crees que eso te da derecho a reaccionar mal? O incluso, ¿crees que los demás están obligados a entenderte y aceptar tu reacción? La Biblia le llama a eso egoísmo. Dice en 1 Corintios 10:24:

Ninguno busque su propio bien, sino el del otro.

Cuando aprendemos a controlar nuestra reacción estamos poniendo primero a Dios y a los demás antes que a nosotros mismos; cuando no lo hacemos, actuamos como si fuéramos el centro del universo y donde todo gira a nuestro alrededor. Y sí, es difícil, pero sí se puede aprender a controlar nuestra reacción. Dice Pablo en Filipenses 4:11:

…pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación.

Debemos aprender a contentarnos y a descansar en el Señor sabiendo que El está bajo control y que cualquier situación por la que pasamos es para nuestro bien y Dios la ha permitido con un propósito. Dice en Filipenses 4:3-5:

Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.

Dios nos manda a que nos regocijemos y que seamos amables con los demás, cualquiera que sea nuestra situación y cualquiera que sea ese alguien. El versículo dice “de todos los hombres”, no solo de los que creemos se lo merecen. Si Jesús siempre está dispuesto a perdonarnos y a recibirnos con los brazos abiertos ¿quiénes somos nosotros para otorgarnos el derecho de tener una mala actitud hacia alguien? Dice en Efesios 4:32:

Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Además, si te pones a reflexionar, hay más razones para estar de buena actitud que de mala actitud.

Vamos a luchar con nuestras malas actitudes y reacciones siempre y debemos estar conscientes que Dios es paciente con nosotros; pero debemos estar dispuestos a salir de ella lo más pronto posible. Tampoco debemos juzgar a aquellos que caen frecuentemente en esto, así como Dios no lo hace con nosotros.

Reaccionamos mal y tomamos malas actitudes en ciertas situaciones; es una realidad. Es normal y es común, hay que perdonarlo entendiendo que aunque es aceptable no tenemos ningún derecho a hacerlo y debemos buscar cambiar de actitud.